jueves, 26 de abril de 2012

XII TRAVESÍA DE RESISTENCIA SIERRA TEJEDA-ALMIJARA. 21 Abril 2012

                         Rocío Cañas,Sebastián Almendro,Carlos Castillo, Sebastián García. En la Maroma.

Salida 4:00 desde Alcaucín
Llegada 19.00 Frigiliana
52 Km.



Reagrupamiento antes de la última subida a la maroma.

Rocío hacía una dirección desconocida.

Rumbo a la Tacita de Plata.




jueves, 19 de abril de 2012

Río Verde.14 de Abril.


14-04-2012 Barranquismo en Río Verde
“Barranquismo: El barranquismo o canyoning es un deporte de aventura que se practica en los cañones o barrancos de un río, pudiendo presentar un recorrido muy variado: se encuentran tramos con poco caudal o incluso secos, puntos con pozas y badinas profundas y otros tramos con cascadas, encontrando también terrenos con vegetación o desérticos. El barranquismo consiste en ir superando estos cambios de recorrido: caminando, nadando, destrepando o escalando, si es necesario. Se considera que para que un descenso sea valorado como apto para el barranquismo debe combinar al menos dos de estas tres características: caudal, verticalidad y carácter encajado.”
Fuente: wikipedia.
En lo de “ir superando estos cambios de recorrido” creo que falta “rapelando” y “saltando”, ¿no estáis de acuerdo?


Juan José Ballonga (organizador), Antonio García (guía y responsable del grupo), M. Sebastián García (ayudante del guía), José Gómez, Sergio Rodríguez, Sebastián Martínez, Rocío Cañas, Francisco Antonio Iranzo, Antonio Manuel Platero, Carlos Castillo, Arielle Swinkels y Juan José Béjar (el alevín).







Salimos de Frigiliana en un todo terreno y un furgón a eso de las 8.30 h. Una vez en el punto de partida, Antonio nos fue adjudicando equipo a cada uno: traje de neopreno, casco, arnés, y demás pertrechos de escalada. Ataviados de esta guisa nos dirigimos hasta la Presa de Funes, donde daría comienzo nuestra aventura. En este punto Antonio García empezó a explicarnos una insólita historia a tener muy en cuenta cuando se haga esta actividad en Río Verde, partiendo desde la presa: la diferencia entre las características del agua a ambos lados de la misma. Para conocer la historia, al que lea esta crónica y nadie se la haya contado, lo mejor es escucharla de primera mano…Y entonces tuvo lugar “el bautismo”: poniendo en riesgo nuestros trajes y nuestras propias vidas los más atrevidos saltaron al agua mientras que los indecisos fueron empujados sin piedad. Y ya metidos en materia, el agua, mismamente, que nos acompañaría toda la jornada, tanto dentro como fuera del río, pues el día se presentaba con lluvia, nubes y algún rayito de sol que se escapara, Antonio fue colocando la cuerda para realizar el primer descenso por el otro lado de la presa. Nos explicó detalladamente el secreto del ocho y la magia de una cuerda capaz de frenarte y soportarte en el aire apenas sujetándola suavemente con tu mano. La técnica era sencilla, lo más importante, ir descendiendo con las piernas colocadas perpendicularmente a la pared y soltar cuerda poco a poco. Hacerlo de otra forma supondría bajar cuan lagartija, a riesgo de desollarse y comer piedra. Y esta primera pared, planita y con poca agua nos lo puso fácil. 






La Cascada de los Árboles Petrificados debe su nombre a que antiguamente, los madereros transportaban los troncos a lo largo del cauce del río Verde. Algunos troncos quedaron atascados entre las rocas al caer por esta pendiente, y el tiempo y el agua los ha ido mineralizando hasta que el tronco se ha convertido en dura piedra.





Con cada cascada o barranco que salvábamos, nuestra pericia y soltura se iba haciendo cada vez mayor, y cada vez lo disfrutábamos más, a pesar de la fina lluvia y el frío. De vez en cuando se presentaba algún desnivel que, en lugar del descenso con cuerda, se podía superar saltando.




 

La mayoría del grupo se atrevió a practicar “vuelo libre”, con gran variedad de estilos y técnicas: estilo “allá voy y que sea lo que Dios quiera pero que me deje como estoy” (con santiguado incluido), estilo “que no me duela mucho”, estilo “¡bomba!”, que a más de uno le salió sin querer, estilo “yo me tapo la nariz que luego escuece”, y otros estilos más depurados reflejo de innumerables saltos practicados en la niñez desde altas rocas hasta un agua un poco más salada. Pero también hubo quien prefirió la alternativa: no saltar, en su propio estilo “yo bajo por el senderito, que además está sequito”.





También pudimos disfrutar de un par de descensos en tobogán: manos al pecho y cabeza atrás… y euforia garantizada. De haberse podido ¡habríamos repetido!. Y así fuimos descendiendo poco a poco. 





Pero claro, no todo fue pericia y perfecta ejecución, también hubo tropezones que costarían a más de uno un buen morado en las espinillas, y resbalones tanto fuera como en las mismísimas cascadas, con el consiguiente revolcón entre las paredes, coscorrón (¡bendito casco!), desuelle en brazos, piernas y “costaillos” y suelte de improperios amortiguados por el sonido del agua. Y bueno, aunque nadie llegue a reconocerlo, seguro que también hubo quien tragó un poco de agüita. 




La jornada se prolongó hasta las 6.30 de la tarde, con una parada hacia las 3.30 para comer algo. Suerte que algunos miembros del grupo llevaran cámaras acuáticas, pues se pudieron hacer fotos impresionantes y hasta grabar vídeos. La última prueba fue la preciosa Cascada de la “Y”, donde terminaba nuestra aventura acuática.
Ahora nos quedaba la vuelta hasta donde estaban los vehículos y dado que la hicimos con los trajes de neopreno puestos se nos hizo algo penosa a la mayoría, que ya pensábamos en la ropa seca que aguardaba al fondo de nuestras mochilas. Y por fin, ¡qué a gusto que fuimos en los coches, qué comodidad, pero qué cansados!, ni siquiera nos animamos a cantar aquello de “El señor conductor no se ríe”. Aún así, durante el trayecto no podíamos dejar de comentar la experiencia. Y tras el merecido almuerzo/merienda/cena en “El Capricho”, entre ensoñaciones con agua muy caliente y cremita hidratante (que después algunos tuvimos que alternar con Trombocid) llegamos a Frigiliana sobre las 10 de la noche, una vez más, cansados pero satisfechos.
Gracias al buen hacer de nuestro guía y monitor, Antonio García, de sus ayudantes (nunca faltaron manos para ayudar y palabras de aliento y ánimo en los pequeños trances) y de los compañeros, hemos hecho entre todos de ésta, una experiencia inolvidable.
¡Saludos a todos!
Nota: no podía dejar de destacar la admirable actuación del benjamín, Juan José Béjar, a pesar de su edad, habilidoso como pocos. ¡Enhorabuena!

Crónica: Rocío Cañas Sánchez